Sergio Arias, el sastre del poder: “No tengo competencia”

Sergio Arias, el sastre del poder: “No tengo competencia”

Viste a políticos importantes, a personajes de la televisión, a los animadores masculinos del Festival de Viña y a parte del empresariado de nuestro país. Este relacionador público de profesión, convertido en diseñador, lleva años dedicado al mercado de la moda masculina. Su carrera se inició cuando fue el representante en Chile de la primera tienda Dior Homme en Sudamérica: “Me fui a París a formar y perfeccionar. Todo lo que sé de moda, de estética, de visual merchandising, lo aprendí en Dior París”, dice agradecido. 

Luego, Falabella lo llamó para hacerse cargo de su departamento de sastrería, pero no se sintió cómodo con el servicio masivo y le propuso al retailer desarrollar una marca más exclusiva con contenido y diseño propio. En eso estuvo hasta que se vinculó a Paco Rabanne, otra marca internacional que dejó por hacerse cargo de la licencia de Ziano Montello. Hace un año se dio cuenta que su nombre tenía estatus de marca y que sus clientes lo buscaban a él, independiente del proyecto en el que estuviera. Decidió entonces abrir su tienda propia, Sergio Arias Atelier, o su “casa” como él prefiere llamarle, en el corazón de Vitacura.

Las telas de todos los trajes de la tienda de Arias son italianas y la confección se hace en las mismas fábricas de Ermenegildo Zegna, Burberry y otras marcas de high end fashion. Llegar a su tienda es efectivamente una experiencia más cercana a la de visitar a un amigo, y en ella se puede observar gran parte de la evolución de este haz de la asesoría y la indumentaria masculina.

-¿Cómo has visto que ha evolucionado el mercado de la moda masculina en Chile?

-Ha evolucionado mucho. Los hombres nos pusimos de moda en el tiempo. El hecho de que el mercado haya cambiado tanto hizo que nuestros ejecutivos pudiesen viajar más y que se abrieran al mundo. Eso hizo que el chileno se abriera al tema de la moda y que dijera “chuta, ya no hay que cubrirse, hay que vestirse”. La moda definitivamente da una seguridad y una impronta distinta. Los cortes, los diseños y las telas son todas cuestiones que le preocupan al hombre hoy en día, y yo llegué justo en el momento de esa apertura. Obviamente que si nos comparamos con la mujer, aún estamos muy detrás.

-¿Y la oferta se condice efectivamente con esa apertura de mente?

-Eso es pobre. Yo creo que ha aumentado, pero sigue siendo pobre. Si tu te pones a pensar la cantidad de marcas de hombre que hoy hay en Santiago, es infinitamente mayor a la que había hace 20 años atrás. Han llegado marcas internacionales que antes no existían. Ahí hay un ejemplo claro de que el mercado de moda masculina ha cambiado y que existen distintas alternativas para los distintos bolsillos: desde un Zara hasta un Ermenegildo Zegna. Ahora, eso no quiere decir que la expansión vaya necesariamente de la mano con la moda. Desde el punto de vista del diseño del hombre, hay una carencia. No existen diseñadores de hombre, no tengo competencia. Está Atilio Andreoli, pero él tiene un concepto distinto, es más tradicional; yo me voy más con la moda. Viajo dos veces al año a Europa a ver y nutrirme de lo que está pasando. Me preocupo de entregarle a mi cliente lo que está vigente.

-Más allá de la exclusividad y calidad, ¿qué es lo que busca tu cliente?

-El hombre necesita asesoría. Yo no vendo ropa, yo visto a mis clientes y ahí hay una diferencia. Lo que hago cuando llega un nuevo cliente es conocerlo, saber en qué trabaja, en qué mundo se mueve, qué es lo que le gusta hacer; me preocupo de su contextura y en base a eso los visto, algo que no lo hace nadie.

-¿Cuáles son las motivaciones de compra del hombre?

-Siempre digo que la mujer compra por impulso y el hombre por necesidad. El hombre compra cuando hace frío y necesita un abrigo o cuando encontró un trabajo que amerita un vestuario distinto. Hay hombres que trabajan por impulso, pero son los menos. Las mujeres se comportan diferente y se pueden comprar un abrigo de piel en febrero y unas chalas en julio; les da lo mismo. El hombre que se viste conmigo busca la asesoría, el tema de la seguridad que yo le doy. Si alguien viene con algo que no me gusta, se lo voy a decir. Como ya tengo un nombre, la opinión que les doy es escuchada.

-¿Hay algunas cosas que el hombre chileno aún se resiste a adquirir?

-El tema del color lo pone un poco nervioso, al chileno le cuesta.

-¿Cómo proyectas tu marca?

-Lo que he desarrollado en Chile me gustaría desarrollarlo afuera. Es complicado porque afuera mi nombre no es conocido y mi respaldo es sólo lo que he hecho en Chile. Hay conversaciones que podrían hacer que, en un futuro no muy lejano, pueda llevar el nombre de Sergio Arias al exterior. Hay mercados interesantes como el peruano y el colombiano que me gustaría explorar.

Imágenes cortesía de Sergio Arias Atelier

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