Mi problema es el taco

Mi problema es el taco

Recién estaba terminando la universidad cuando una amiga me dijo: “una vez que te subes, no te bajas nunca más”. Hablaba de los tacos, y tenía toda la razón: una vez que descubres lo bien que uno se ve con taco alto, los ama for ever and ever.

Más tarde, ya trabajando en revista Mujer de La Tercera, me tocó hacer un artículo sobre el taco alto y entendí más sobre este ítem tan importante en la moda. Ahí aprendí, por ejemplo, que Roger Vivier y Charles Jourdan crearon el stiletto (palabra que significa daga o puñal muy delgado) por encargo de Christian Dior. También que los tacos altos nos hacen ver más sexis no sólo porque den la ilusión de que sus usuarias son más altas de lo que en realidad miden, que sus pies son más pequeños y sus piernas más flacas, sino también porque al pararse sobre un buen par de tacos, se forma un arco en la espalda que obliga al busto a levantarse sutilmente, cosa que también ocurre con la cola. De alguna manera, usarlos obliga a caminar un poco gatunamente, como lo hacen las modelos en el catwalk.

El taco tiene también referencias sexuales, de eso no hay duda. Inconscientemente, los asociamos con la energía de la líbido, con la agresividad de lo viril, y eso resulta muy erotizante. No lo digo yo: hace un par de años, la uróloga italiana, María Cerruto, presentó a la comunidad médica internacional un estudio que fue difundido a comienzos de año por la BBC de Londres, donde revela que usar tacos altos ayudaría a mejorar la vida sexual. Según sus investigaciones, las usuarias de zapatos con al menos 5 centímetros tienen su musculatura pélvica más fortalecida que las que andan por la vida con ballerinas o zapatillas.

En fin. Ahora viene lo malo. En este reporteo aprendí, también, que el exceso de presión sobre la planta del pie comprime los nervios y provoca sensaciones de ardor y hormigueo; que el talón de Aquiles se inflama; que los huesos pueden deformarse; que la inestabilidad al caminar es tanta que aumenta el riesgo de sufrir esguinces y torceduras de tobillo. Todo lo cual, claro, no quita que las mujeres sigámos usándolos. Eso de que para ser bella hay que ver estrellas lo aprendimos rápido y no lo olvidamos.

Además, me pasó algo: me salió una hernia en la espalda. Durante semanas no podía dormir de dolor en la noche. Post radiografías y resonancia magnética, me hice un bloqueo facetario (creo que se llamaba así); una operación ambulatoria en la que ponen corticoides en la zona afectada. La intervención no corrige el problema, pero quita el dolor y uno puede funcionar. Claro que, sin tacos. Y, para colmo, tampoco con ballerinas. Tanto el taco alto (aunque sean plataformas) como el plano me dan un dolor de espalda que se los encargo. Y bueno, ahí comenzó mi drama por los zapatos.

Obligada a buscar el taco medio, me topé con que la mayoría de los modelos disponibles son, francamente, hórridos. Toscos, de vieja. Y eso que, una vez, la dueña de una tienda me confidenció que eran los que más se vendían. Pero bueno. A las que sufran también de un problema así, les paso el dato: hasta ahora, la única tienda donde he encontrado zapatos de taco medio lindos-lindos, y con una cantidad razonable de modelos para elegir, es La Tienda de Buenos Aires, en Alonso de Córdova. No son baratos, eso sí. Pero son una solución. Cuando encuentre más (todavía no he recorrido lo suficiente los malls y puedo pecar de injusta), les cuento.

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